viernes, 17 de agosto de 2018

...belleza (y III)

Para comenzar este último capítulo, un muy breve apunte sobre la persona de Millán, aquel pastorcico y ermitaño que tuvo una vida azarosa, que llegaría a santo, que fuera motivo de numerosos estudios dada su importancia y que da nombre al lugar donde nos hallábamos. Sabiendo que lo que nos faltaba por ver en nuestro viaje era de tanta belleza como lo ya visto, cuando abrieron las puertas del Monasterio de Suso (el de arriba), ya estábamos ante ellas, y a fe que no nos decepcionó lo que contemplamos a continuación. Fue uno de los centros espirituales de Castilla, constituido a partir de un eremitorio rupestre. Quedamos admirados al contemplar el cenobio original del siglo VI, la tumba de los Siete Infantes de Lara, el cenotafio románico de San Millán o el arca relicario. Pero lo que nos maravilló fue el saber que allí hubo un código latino, el catalogado como Aemilianensis 60,en el que aparecieron unas notas manuscritas del siglo X, en un idioma que ya no era latín y parecía castellano. Eran las luego conocidas como Glosas Emilianenses, el testimonio escrito más temprano, al parecer en la lengua vernácula que se hablaba por entonces. Fueron descubiertas en el siglo pasado y sobre ellas se han lanzado cantidad de opiniones y pensamientos, pero se las considera como la base creativa de nuestro queridísimo idioma castellano. Descendimos tras ello al Monasterio de Yuso (el de abajo), construido a mitad del siglo XI al haberse quedado pequeño el de Suso. Inicialmente fue de estilo románico y en los siglos XVI y XVII tuvo grandes ampliaciones llegando a alcanzar unos 10.000 metros cuadrados. Son de gran interés el salón de los Reyes, el claustro bajo o procesional, la iglesia catedralicia y la muy bella sacristía. Se accede a la planta de arriba para ver el claustro superior, completamente distinto al de abajo, y a una sala que alberga la colección de Cantorales, gigantescos libros con hojas de piel, que pesan entre 20 y 60 kilos cada uno. También es de interés el arca donde reposan las reliquias de san Millán. Terminada la visita, que se nos hizo corta y deliciosa, pasamos a recoger nuestros equipajes a la hospedería del Monasterio en la que habíamos estado alojados, e iniciamos nuestro viaje de regreso. Éste nos llevó hasta Nájera, de origen muy antiguo y a la que los musulmanes bautizaron como Náxara (lugar entre peñas), adonde llegamos a la hora de la manduca, que hicimos en “El buen yantar”. Comimos, como siempre, maravillosamente, aunque nos dijimos: ¿pero es que hay algún sitio en La Rioja donde no se coma bien y no se beba buen vino? Tras el buen refrigerio nos encaminamos a realizar nuestra última y obligada visita, que fue al Monasterio de Santa María la Real, uno de los lugares más emblemáticos de La Rioja, que fue panteón real de los reyes de Navarra y se encuentra en el Camino de Santiago. Hay una extendida leyenda según la cual, a mediados del siglo XI, al rey García Sánchez III, un halcón y una perdiz le indican el lugar donde debe construir un monasterio y así lo hace, aunque no llega a verlo terminado puesto que fallece en la batalla de Atapuerca unos años antes. Al hablar de las características hay cita obligada para la iglesia, el Panteón real, donde hay una imagen de madera, gótica, del siglo XIV de la Virgen de la Rosa. Se halla al fondo, bajo el coro, cerrado por una verja, y alberga los sepulcros de varios reyes y reinas, entre los que se encuentra el de Blanca de Navarra. También está el Panteón de los Infantes, siendo aquél y éste de una gran riqueza iconográfica. Además, tienen merecida mención el Coro, el Retablo Mayor y el Claustro, rogando se me permita no detallar sus muchísimas riquezas puesto que sería tarea interminable. Ahora la cita de dos hechos que dañaron enormemente al Monasterio. Uno, la desamortización de Mendizábal, con la que perdió una gran parte de su patrimonio, y otro el atropello sufrido con la invasión de las tropas napoleónicas, las cuales ocuparon el lugar, convirtieron la iglesia en cuadra, dedicándose al robo y al saqueo del monasterio, y así se puede apreciar que todas las imágenes del claustro están decapitadas. Los gabachos no hallaron mejor actividad que esa para entretenerse. Nuestra visita había acabado, por lo que iniciamos el camino de retorno hacia Tomillares, haciéndonos lenguas ambos de cuánta belleza habíamos podido contemplar en tan escasas jornadas, ponderando aquello, extasiándonos con el recuerdo de aquello otro o regocijándonos de haber tenido en esos días tan excelente quehacer. Y luego, como si no estuviésemos lo suficientemente convencidos de ello, proclamamos repetidamente la belleza de nuestra amadísima España, y nuestra conversación versó sobre los mil y un beneficios que tiene el viajar, y empezamos a decirnos de carrerilla lo que ya nos sabíamos de memoria de tanto y tanto haberlo repetido: que con los viajes se ajusta a la realidad lo que habíamos imaginado; que se ven las cosas como son en vez de pensar cómo serían; que lo que más importa es el camino y no la llegada; que si lo visto es mejor que lo nuestro debemos copiarlo y si es peor, se debe saber gozar con lo que se tiene; que se producen bastantes sorpresas al encontrarse con cosas completamente inesperadas y que se aprende muchísimo viajando, pues como dijera el gran Pablo Neruda, si no se escala una montaña, jamás se podrá disfrutar del paisaje. En una palabra, que viajar es algo magnífico, pero que se debe tener presente siempre que igualmente es muy placentero volver a casa, sentarse en un sillón y quitarse los zapatos. Ramón Serrano G. Agosto 2018

miércoles, 1 de agosto de 2018

...vino y (II)

Cuando habíamos recorrido unos ciento cincuenta kilómetros, sin verlo, sentimos que a muy pocos metros de nosotros, en la falda de uno de aquellos deleitosos montes, nos estaba esperando, en silencio, el Monasterio de Yuso, y muy cerca se él, su monasterio hermano, el de Suso, pero ya dispondríamos de tiempo para visitarlos. A eso, y nada más que a eso, habíamos venido. Bueno a eso, y para revivir (o sea, conseguir que existiera de nuevo lo que estaba, o parecía, muerto o extinguido) lugares, pero, sobre todo, monumentos, y también manjares que tienen categoría de únicos. Parajes, edificios y yantares que hacen que España, por estas y por otras muchas cosas, sea única en el mundo. Teníamos por delante la muy agradable tarea de ver, en un cuadrado de cincuenta kilómetros de lado, la mayor concentración del mundo de edificios religiosos (monasterios, catedrales o abadías), y cada uno de ellos con el calificativo de excepcionales. Rogando que a partir de este momento se me permita no ser prolijo y exhaustivo en la relación de lugares turísticos ni adjudicar adjetivo alguno sobre lo que íbamos a ver, ya que ello supondría cualquier disparidad de juicio injusta e imperdonable, diré que, con el hambre de observar cosas bellas, iniciamos a la mañana siguiente nuestra ruta, que habíamos confeccionado exclusivamente por motivos geográficos, con la ilusión de ver cuantas más cosas pudiésemos, aunque sin atiborramiento. Ella habría de llevarnos en primer lugar a Cañas, un pueblo de unos 100 habitantes, cuna de Santo Domingo de Silos, en el que se halla la abadía de Santa María del Salvador que edificase en el siglo XIII doña Urraca Díaz de Haro, en unas tierras donadas por sus padres don Lope y doña Aldonza, y habitada por monjas cistercienses. De una gran belleza, cabe destacar la portada de la sala capitular, el sepulcro de la citada abadesa, el claustro y unos ventanales de alabastro que proporcionan a la iglesia gran luminosidad. Digno es de lástima aquel que recorriendo las tierras logroñesas no se allega a ver ese lugar. De allí partimos hacia Santo Domingo de la Calzada, municipio situado a orillas del Oja, rÍo que dio nombre a la comunidad, en el que habitó el monje Domingo García, gran impulsor del Camino de Santiago. Fue el ejecutor del milagro del gallo y la gallina según el cual Domingo García demostró la inocencia de un peregrino que erróneamente estaba acusado de muerte, haciendo volar a una gallina que ya estaba asada. Como recuerdo de ello, en la catedral calceatense hay una estatua de estilo gótico y del siglo XV, denominada El Gallinero y en la que se cobijan un gallo y una gallina, y que sirve de recuerdo del famoso milagro. También son dignos de cita, el Coro y el sepulcro de Sto. Domingo. Bien mediada ya la mañana continuamos nuestro itinerario que habría de llevarnos hasta Haro, la población más importante de la denominada Rioja alta, que albergando construcciones tan admirables como la portada de la iglesia de Sto. Tomás, el torreón medieval, la puerta de san Bernardo, la basílica de Nª. Sra. de la Vega o el palacio de Tejada, tiene unA muy bien alcanzada fama por ser la capital del vino, que es su gran motor económico. Sus suelos calcáreos y arcillosos, y su clima, la convierten en el lugar idóneo para que allí se asienten las bodegas más antiguas de la Rioja. Tras visitar algunas de ellas, recalamos a comer en el Beethoven II, que ya conocíamos y del que teníamos el mejor recuerdo. Allí una anécdota: al servirnos un vino extraordinario nos pidieron disculpas por no ser este de la localidad, sino de sitio cercano, y nos dijeron que ello lo hacían para no tener que decidirse por uno en detrimento de otros, lo que se podría interpretar que concedían mayor valoración a este, menospreciando a aquél. Hecho el almuerzo nos dirigimos al cercano Briones, a menos de diez kilómetros de distancia. El lugar tiene algunos puntos de interés pero hoy en día la mayoría de sus visitantes acuden a él por hallarse allí el Museo Vivanco del vino. Es este uno de los mejores del mundo, inaugurado en 2004, cuenta con una extensión de unos 4.000 m2 y una colección de vides con más de 220 variedades de todo el mundo. Es una iniciativa emprendedora y ambiciosa y un punto de referencia internacional sobre el vino, su historia, sus técnicas de elaboración y todas las manifestaciones que giran en torno a él. He de decir, a vuela pluma, que al visitar sus salas vimos la trascendencia cultural del vino desde sus inicios hace unos 8.000 años. Sus cultivos, sus variedades, enfermedades, modos y medios de ´fermentación, maceración y conservación; su asociación a fenómenos culturales y creencias religiosas; el modo de presentar sus muchas variedades y la manera de poder abrir la botella con una colección de sacacorchos de más de 3.500 piezas con formas y tamaños increíbles. Sé que no he dicho ni el uno por mil de cuanto se podría hablar de tan extraordinario museo, pero ni tengo espacio ni la capacidad necesaria para llevarlo a cabo, por lo que me conformaré con invitar al amable lector a que lo visite tan pronto como le sea posible. Salimos de allí completamente satisfechos de cuanto habíamos visto y lamentando enormemente que el día se nos hubiera hecho tan corto, volvimos a nuestro lugar de residencia. Ramón Serrano G. Agosto 2018

Lechazo (I)

Para mi amigo Pío, con quien he viajado tanto. Una de los modos más satisfactorios que tienen muchas personas de conceder una gran complacencia a su alma es viajar, tanto por el disfrute que siente en el momento de hacerlo como por las evocaciones posteriores. Conozco a alguien que, cada cierto tiempo, lo hace para recrear su alma con vivencias del pasado dedicadas a esos menesteres, para luego ocupar unas nuevas jornadas en visitar y revisitar sitios y parajes que le son interesantes por sus cualidades culturales, geográficas, históricas, gastronómicas, etc., etc. O sea, que lleva a cabo una tournée con el fin de, retornando a sitios, o yendo a veces a nuevos rincones, pasar varios días en determinados lugares, todos ellos llenos de belleza de una u otra condición, y conseguir un gran deleite, en esta ocasión no de uno, sino de todos los sentidos. Repito que son, en la mayoría de los casos, espacios o monumentos ya conocidos para él, (algunos, muy pocos, nuevos), pero cuya novedosa admiración le supone una delectación enorme. Y para demostrarlo, paso a describir la última excursión, realizada por él y por mí hace algún tiempo, y que, como se verá si logro describirla, es fantástica. No muy de mañana salimos de Tomillares -y hablo en plural, ya que casi siempre vengo en hacer estos periplos en compañía de mi gran amigo Pío - por lo que llegamos sobradamente a comer a Aranda de Duero, tal y como teníamos previsto. Estando por esas tierras, pasar de largo y no hacerlo allí, hubiese sido un sacrilegio que no estábamos dispuestos a cometer. Por ello, debidamente instruidos, nos acomodamos bajo un cupressus y nos dispusimos al yantar, que no podía consistir en otra cosa que un lechazo, que seguro estoy, se habría criado escuchando las campanas de Santa María, y que probablemente sería churro. De compaña (en absoluto me gusta esa moderna expresión de maridaje), un exquisito vino local de la Ribera. Tras ambos, mi amigo y yo tuvimos la aplaciente sensación de que acabábamos de estar en el cielo. Pero había que partir, seguir nuestra ruta, y no podíamos dilatar la estancia en ese lugar. El viaje no había hecho más que comenzar, y nos dirigimos a Santo Domingo de Silos, parada más que obligada para quienes atraviesan esos pagos. Ver Silos -y sobre todo su Monasterio- es algo realmente extraordinario en cuanto al sentimiento religioso, ya que allí emergen naturalmente en el alma el recogimiento y la oración. De la admiración que concede el contemplarlo, y como es lógico de este aspecto, no puedo, no quiero hablar, dejando a cada cual su valoración, a sabiendas de que ha de ser muy positiva. En cuanto a lo ¨mundano”, contemplar su botica, su museo, su ciprés -Enhiesto surtidor de sombra y sueño…flecha de fe, saeta de esperanza...en el fervor de Silos-, pero, sobre todo, la parte inferior de su claustro, es algo que no admite explicación. O lo ves en directo, o no puedes imaginar por grande que sea la capacidad mental del visitante, que los hombres hayan podido tallar en la piedra sus sentimientos con tanta precisión y belleza. Permítaseme tan sólo una atrevida y brevísima descripción. El templo, con un origen visigodo (posiblemente un cenobio) y posterior edificación románica, fue derribado en el XVIII y sustituido por otro neoclásico. De aquel estilo queda sólo el ala sur del transepto y la Puerta de las Vírgenes, que da acceso al claustro. La parte inferior de éste, de finales del XI y principios del XII. La parte superior no se visita y es de inferior calidad. Cuenta el claustro de abajo con unas arquerías de medio punto que descansan sobre capiteles, que a su vez lo hacen sobre columnas de doble fuste, menos los soportes centrales de cada galería, que están formados por fustes quíntuples, salvo el del lado norte que es torsado y cuádruple. Según nos comentaron, las galerías norte y este se llevaron a cabo casi un siglo antes que la sur y la oeste, presentando rasgos diferenciadores. Así los fustes de las primeras están más separados y presentan mayor éntasis, mientras que las del segundo taller son más realistas y tienen un mayor relieve. De cualquier modo, se ha de decir, clamorosamente, que los 64 capiteles son una auténtica maravilla, como igualmente lo son los relieves que adornan las caras interiores de las cuatro pilastras situadas en los cuatro ángulos de las galerías. Y que son: en el ángulo noreste, El sepulcro y El descendimiento; en el noroeste, Los discípulos de Emaús y La duda de Santo Tomás; en el sudeste, La Ascensión y Pentecostés. Y en el sudoeste, y perteneciente a la segunda época, La anunciación a María y El árbol de Jessé. En suma, uno de los claustros más hermosos que verse puedan. Y de ello fuimos hablando Pío y yo durante la continuación de nuestro camino y de lo beneficioso que es para el hombre cortar de vez en cuando con la rutina del quehacer diario y darse una satisfacción, aunque sea pequeña y corporal, como la de paladear deleitablemente el lechazo arandino, pero siempre, antes o después de la ingesta, concederse la inmensa alegría de ver con despacio una obra de arte que agrade, transmita y eleve y eduque nuestros sentimientos. Pero ya digo que hubimos de continuar, y ese camino citado nos habría de llevar a San Millán de la Cogolla, ya en tierras riojanas. A ellas llegamos mientras moría la tarde, tranquila y regalada, para, tras cruzar Berceo, recalar allí y allegarnos hasta el mismísimo Monasterio de Yuso, en cuya hospedería tendríamos nuestra residencia durante el tiempo que nos estuviésemos por aquellos pagos. Ramón Serrano G. Julio 2018

miércoles, 25 de julio de 2018

Costumbres

Entre las muchas feas costumbres que, para mí, tienen los seres humanos, está la de comparar la magnitud de muchas de sus acciones, ya sea para magnificarlas o para su degradación. Tenemos, estaría mejor dicho y metámonos todos, el hábito de decir si esto o aquello es el mayor bien o la peor desgracia, sin conformarnos con aplicarles epítetos como grande, pequeño, desagradable o excelente. Lo estamos oyendo diariamente: -Esta es la mayor desgracia que te puede pasar. -Esta es la mayor alegría que se puede llevar una persona. Las causas de esta acción parecen claras. Si se trata de algo dañoso o desagradable, lo que buscamos desaforadamente es la conmiseración del prójimo ante nuestro infortunio y cuanto mayor lo mostremos, más grande será su misericordia y su disposición a favorecernos. Y aunque el ejemplo no sea agradable en modo alguno, es la actitud que toman algunos indigentes cuando salen a ejercer su “tarea”, que utilizan ropas andrajosas e incluso fingen lesiones o carencias físicas inexistentes. El motivo de la magnificación de nuestras expresiones es bien diferente si lo que nos viene sucedido es de naturaleza beneficiosa, sea esta de la clase que sea: económica, social, familiar, etc., etc. Aquí empezamos a darle cuartos al pregonero para que todos sepan que hemos obtenido algún beneficio, que hemos triunfado en algo, que nos acaba de sonreír la diosa Fortuna. Y se trata de que de ello se enteren, “desde la princesa altiva, a la que pesca en ruin barca”, propios y extraños, tirios y troyanos, ya que cuantos más sean los conocedores de nuestro éxito, mayor será la importancia de este y más personas nos envidiarán. Y el citar este comportamiento me da pie para exponer una terminología de nuestro vocabulario verdaderamente extraña, y casi, casi, increíble, a mi juicio. Me estoy refiriendo a la envidia, que es el pesar del bien ajeno o la emulación y el ansia de tener lo que no se posee. Algo, a todas luces malo, y malo de solemnidad, que hay hasta quien tiene dicho que es el peor de los pecados que puede cometer el ser humano. Es, en su principio, desear desaforadamente cualquier bien, de cualquier clase o condición, que posea otra persona. Sin embargo, y debido a la inteligencia emocional, se ha cambiado el significado original del término añadiéndole el adjetivo sana. Y así, la envidia sana es la noble admiración que sentimos hacia los méritos, virtudes o posesiones, de otro, deseando que los mantenga y con la ilusión de que algún día también podamos disfrutarlos nosotros. La verdad, es que no sabría explicar la causa por la que se ha producido este nuevo concepto, que sería impensable en términos como enfado, tristeza, rencor, por ejemplo. Pero ni este es el medio, ni yo soy quien para seguir abundando en el tema, así que pasaremos página. Después seguiré refiriéndome a la envidia, pero ahora me detendré brevemente en la palabra envidiable, derivada natural de envidia, y a la que se le ha dado extrañamente un concepto laudatorio, ya que siendo algo que despierta envidia, la cual, y como acabamos de decir, es deleznable, se tiene como algo digno de ser deseado y apetecido por su bondad en una o varias facetas, sin que se sepa el motivo; yo, desde luego, lo ignoro. Misterios tiene la ciencia. Pasemos, ahora sí, a hablar de la envidia. Sobre ella podemos encontrar cantidad de dichos, refranes y sentencias: si la envidia fuese tiña cuántos tiñosos habría; que es mala consejera; que es peor la envidia del amigo que el odio del enemigo; que ella sigue al mérito como la sombra al cuerpo; que el envidioso quiere tanto lo que tú tienes como que lo pierdas. Y así podríamos seguir citando gran cantidad de ellos. Cosa parecida es la opinión que cierto personaje argentino tiene dada sobre la envidia diciendo que es el peor de los pecados, ya que el goloso come, el lujurioso realiza su acto, el avaro toma su dinero…, mientras que el envidioso se reseca en…Bueno, en su envidia. Ya, y por último, diré tres citas de estos pensamientos, las tres muy breves, pero enormemente acertadas. Napoleón dijo de ella que tan sólo era una declaración de inferioridad. Unamuno, que era la más terrible plaga de nuestras sociedades y la íntima gangrena del alma española. Francisco de Quevedo la describió diciendo que siempre está flaca porque muerde y no come. Y aun pensando que estos asertos tienen todo el fundamento habido y por haber, quisiera, en mi parvedad, mostrar mi disconformidad a esa afirmación de Alejandro Dolina diciendo que es el livor (y permítaseme llamarla así), el mayor yerro, la peor falta que puede cometer el ser humano, pues pienso que tan grande como pueda ser esa falta hay otras varias, entre las cuales podríamos citar al egoísmo, cuyo empuje nos lleva a preocuparnos exclusiva y desmedidamente de nuestros intereses y ambiciones, desatendiendo por completo los de los demás. Pero acabo aquí esta exposición, que no es mi misión moralizar a nadie, ni soy quien para hacerlo. Pero sí digo que más nos valdría a todos, a mí el primero, no conformarnos con juzgar las malas acciones, sino tratar de no cometerlas. Ramón Serrano G. Julio 2018

jueves, 21 de junio de 2018

Vocabulario y expresiones

Sabido es que desde siempre el hombre ha tenido la costumbre de coleccionar las cosas más extrañas que imaginarse pueda. Así algunos han sido afines a la lepidoteca, o sea, reunir mariposas; a la numismática, la agrupación de monedas y billetes; o a la filolumenia, juntar tapas de cajas de cerillas. Raro, ¿verdad? Como también hay quienes han logrado colectáneas, algunas muy importantes y curiosas, de muñecas Barbie, de cuchillos, de violines, de relojes o de barajas. Este hábito de ir haciendo acopio de lo más distinto ha bajado mucho último últimamente, pero sin embargo hay unos “coleccionistas” que siempre hubo, que siguen existiendo y que no desaparecerán: me estoy refiriendo a aquellos que, dominados por la avaricia, se dedican a amontonar dineros sin tino. Durante muchos años he sido filatélico y puedo decir que tengo una colección de sellos de España, un tanto abandonada, eso sí, pero también un tanto importante. Lo que ahora, y desde hace ya bastantes años, me agrada compilar son palabras, y en mis pobres escritos, suelo utilizar algunos términos ciertamente desconocidos para la mayoría, con la única y sana intención de que poco a poco vayan llegando a mis amables lectores, los cuales, en su primer encuentro con ellos, quedan un poco extrañados, pero que meses más tarde, cuando se vuelven a encontrar con esas voces, las reconocen de inmediato. Por tanto, y como digo, quiero ser una gran amigo del vocabulario y de la manera de expresar el gran contenido de palabras que acoge, dado lo cual, voy en este escrito a exponer, como alguno de ustedes me ha dicho en más de una ocasión, algunas palabras “raras”, como por: ejemplo, barbián, orate, amover, jipiar o haiga, y sólo me referiré a esta para decir que ya se utilizaba muchísimo por estos lares en los años cincuenta del pasado siglo y con ella se hacía alusión a los coches grandes y lujosos. Y una curiosidad: las palabras más largas del idioma castellano son electroencefalografista, con 23 letras y esternocleidomastoideo, con 22. Empezaré haciendo referencia primero a palabras para decir que se les da una interpretación muy distinta aquí en nuestro país que en América del Sur. Por ejemplo chapear, lo que para nosotros quiere decir cubrir con chapa, en la República Dominicana es cortar el césped. Erizo que para nosotros es un pequeño mamífero con púas, para los mexicanos es estar pobre y sin dinero. Por último, un adjetivo que nosotros prácticamente no utilizamos nunca (invito al lector a que recuerde la última vez que la pronunció), y al que ellos dan un uso muy común. Me estoy refiriendo a lindo, Es sinónimo de bello o hermoso: que canción tan linda, o de bueno y exquisito: hacen una comida linda de verdad aquí. Me detendré ahora en el uso de algunas. ¿Se han fijado que tanto en América, como en nuestra queridísima Galicia, se usa el pretérito de los verbos en su modo indefinido, mientras que nosotros lo hacemos en el perfecto? -Cenaste? - dicen ellos, mientras que nosotros preguntamos:-Has cenado? Viene a ocurrir lo mismo con los adverbios acá y aquí, que ellos emplean aquél y nosotros este. Acontece igual, y es el último ejemplo que pongo, con otros adverbios como recién y ahora mismo. Ahora, y sin saber exactamente si son localismos o no, haré referencia a algunas comparaciones que se utilizan frecuentemente por estos pagos: Eso es más largo que una feria sin cuartos o un día sin pan; aquella otra de: Se mueve menos que la quijada de arriba, o la de: Tiene babas, con lo que se quiere manifestar que es de una gran perfección. Y por último haré referencia a algunas manifestaciones que considero completamente absurdas. Algunas se dan en el mundo del deporte, donde se dice, y tanto por el público como por los profesionales de los medios de comunicación: El partido acaba de empezar, cuando se debería decir que comenzó hace poco, ya que son antagónicos acabar y empezar. El balón está dividido, con lo que se quiere manifestar que la posesión del mismo no es de un solo equipo sino que se alterna para ambos. Y dejando el deporte, le dieron una bofetada en toda la cara. ¿Pero es eso posible? No. Una bofetada se puede dar en la mejilla, en la frente, en el mentón, en la nariz, pero en toda la cara es imposible por completo. A nadie le amarga un dulce. Tampoco es cierto, porque a muchas personas les rehelean o acibaran el chocolate, el flan o el merengue (por citar algunos dulces) y probarlos les disgusta y les molesta, que algunas cosas que son gustosas para unos son desagradables para otros. Sí, sé muy bien, y quiero que todo el mundo sepa, que a las palabras se las lleva el viento, y por ello el viento huele unas veces a mar, otras a ozono, a flores, a fuego, a sudor, a fruta, a pan, a gloria y a palabras. Y hasta aquí este pequeño entretenimiento que he querido hacer utilizando el vocabulario y algunas expresiones. Gozar con las palabras, ya sea leyéndolas , escribiéndolas o pronunciándolas. Ellas, como la pintura o la música, son algo verdaderamente delicioso, con lo que se disfruta enormemente. Lástima que no siempre queramos hacerlo. Ramón Serrano G. Junio 2018

jueves, 7 de junio de 2018

Lo difícil

El tema que nos ocupa hoy creo que es realmente difícil, aunque todos sabemos que lo difícil, o sea, aquello que cuesta mucho conseguir, lo que se hace o se comprende con un gran esfuerzo, no lo es siempre en el mismo grado para todas las personas que se enfrentan a ello. Y esto ocurre todavía más en aquellos episodios o aventuras que lo son mucho, porque en las más o menos facilonas todos acabamos por triunfar, siendo en las peliagudas en las que hay una mayor diferencia para su consecución entre unos u otros. Así pues, sabiendo que lo difícil es aquello que su consecución o realización presenta obstáculos, hay que admitir que esta no es una definición absoluta ya que esos escollos son salvables para unos, mientras que a otros les es (nos es) prácticamente imposible vencerlos. Además, hay que tener presente que en lo difícil como en lo fácil se da por un lado la eseidad de lo que son en sí mismos y por el otro lo que piensan sobre ello las gentes, opiniones que muchas veces son equivocadas, lo que se observa cuando se estudian con paciencia y se acomete su realización. Deseando hablar de lo difícil, obviaré hacerlo de lo fácil, aportando de ello tan sólo una opinión y una anécdota. La primera manifestar que un sabio griego dijo que en la prosperidad es muy fácil encontrar amigos, pero tenerlos en la adversidad es muy difícil, casi imposible. La segunda, contar que, tras un altercado en una casa de lenocinio, acude la policía que se lleva a algunos clientes y a varias “profesionales”. Ya en la comisaría, en el interrogatorio, le peguntan a una de ellas:- Entonces, ¿usted es una mujer de vida fácil?, a lo que responde la interfecta:- Que se piensa usted que es muy fácil soportar a un borracho a las tres de la mañana. La dificultad para hacer o conseguir algunas cosas existe y negarlo sería absurdo, pero en muchas ocasiones, en bastantes, esos impedimentos se dan por la falta de conocimiento del medio adecuado y en las más porque no se pone el necesario interés para conseguir la realización de la obra o la solución del problema que nos ocupa. La displicencia suele ser la causa de muchas derrotas y muchos abandonos, así como el conformismo. Aquello de: - No es lo que yo hubiese querido, a lo que yo aspiraba, pero “con esto me apaño” y me evito tener que estar esforzándome. Porque, afortunadamente, todo en esta vida es superable aunque, claro está, hay cosas que precisan mayores desvelos y sudores. Poder llegar a conocer con minuciosidad las interioridad de la física cuántica, dominar el idioma burushaski, o haber comprobado si la estrella más cercana a nuestro sistema solar es la Wof 359 o la Próxima Centauri, o una oposición modus vivendi, son cosas que parecen inalcanzables, pero muchos hay que lo han logrado. Y estos son ejemplos de tecnicismos, peo también hubiese podido otros de tipo espiritual o afectivo, como lo es conseguir un sello de dos reales azul de Isabel II y de 1850, o una sonrisa de “alguien especial”. Y así, cuántos casos podríamos citar de logros obtenidos por algunos sobre empresas que parecían inhacederas, por personas a las que hay que nominar como decididas y valientes a las que no ha asustado lo difícil, ya que, tristemente, hay que reconocer que esa es la palabra a la que demasiadas veces nos aferramos para no intentar lo posible. Porque las más de las veces, cuando se nos presenta alguna tarea más ardua de lo normal, algo cuya resolución nos es más costosa, más afanosa de lo que es común, no nos paramos a pensar que ella no es sino un banco de pruebas, y que superarlas hace que las personas sean mejores y más sabias, y que si se va uno acostumbrando a vencer las pequeñas empresas aprenderá pronto a hacerlo con las difíciles. Por otra parte, y además, no se tiene casi nunca presente que cuanto mayor es la dificultad de una prueba que ha sido eficientemente superada, mayor es la felicidad que se alcanza por haberlo logrado y podríamos hablar de que se aprecia más lo que nos ha costado mucho conseguir. “Cuanto mayor es la dificultad, mayor es la gloria” dijo Cicerón. Enfocando el tema desde un punto de vista subjetivo, hemos de decir que cuando estamos tratando de resolver un problema, o de alcanzar una meta, las dificultades que se nos van presentando cerca del final son las más peliagudas de resolver y no porque lo sean en sí, sino porque las anteriores ya están superadas. Aquello de que “hacienda hecha quita cuidado”. Entonces me resta decir que existe lo difícil pero no lo imposible, que todo se puede solucionar y alcanzar si para ello se tiene una gran voluntad de conseguirlo, no se escatiman esfuerzos en su consecución, sin arredrarse ante la magnitud de la empresa a la que se acomete, atacando siempre los problemas de frente, que no de soslayo y sabiendo levantarse una, y las veces que sean precisas, tras el desliz y hacerlo felices pues de las equivocaciones se aprende y mucho. Ya tan sólo dos cosas: una, decir una vez más que lo difícil no es saber vencer el problema, sino acopiar empeño suficiente para lograrlo. Que lo fácil es tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro, pero que es muy difícil criar al hijo, regar el árbol y que alguien lea el libro. Y otra que lo difícil no es llegar, sino mantenerse. Pero ese ya es otro tema. Ramón Serrano G. Junio 2018

jueves, 24 de mayo de 2018

Yggdrasil

Para …. que se fue muy lejos. Yggdrasil, el árbol de la vida, el fresno del universo que mantiene unidas a las gentes y el que, de su raíz, emanan las fuentes que llenan el pozo del conocimiento. Es el amor, y no sólo el que surge y pervive entre un hombre y una mujer (ese por supuesto y de manera indefinible), sino también el que se da entre las personas de buena voluntad. A sus pies se encuentra el dios Heimdall que lo protege del ataque de dragones y de multitud de gusanos que quieren corroer sus raíces y derribarlo y así crear el pesar y la tristeza entre los habitantes de la Tierra. _______________________ -¿Cómo estás, Prudencia? Te sigo viendo con cara de mucha tristeza. -Cómo quieres que esté, Paula, si mi hija, al casarse, se me fue tan lejos que se me pasan las cosechas sin poder verla, y hablo con ella de uvas a peras con eso del horario y otras zarandajas. Y tener a un ser querido a tanta distancia, el no poder verla, repito, no digo yo cada mañana, pero aunque fuese cada par de meses siquiera, produce una pena muy grande. Porque si tienes un familiar que viva en el pueblo, o por aquí cerca, igual se te pasan los días sin verlo o sin hablar con él, pero sabes que está ahí, más o menos cerca, a mano, pero asequible y eso lo sobrellevas, pero tanta distancia es muy mala, créeme. O al menos a mí me ocurre así, como te tengo dicho. _______________________ El ser humano, a veces por razones naturales y en otras víctima en mayor o menor grado del hedonismo, puede alcanzar la felicidad de una y mil maneras, y una de ellas es la consecución de bienes de muy diferente clase, y tanto materiales como inmateriales. Todos aspiramos a poseer cosas, tangibles unas e incorpóreas las otras, y el logro y la tenencia de ellas nos concede un placer legítimo. Es lógico que quien ha conseguido hacerse de un automóvil, una casa o un trabajo, pongamos por ejemplo, se halle ampliamente feliz al poder disfrutar de ello. Todos queremos tener un bien y tenerlo asequible. Pero esto se da en la posesión de los caudales corpóreos, pero en el alcance de los frutos del alma, hay otra característica de la que aquellos carecen. Así cuando se da el amor, ya sea entre la pareja o entre miembros de la familia, a los afectados no les basta con la posesión y la existencia del cariño entre las personas que lo profesan, sino que exige irremisiblemente la visión y el contacto entre ellos, y si no constantemente, sí con periodos de tiempo muy frecuentes o de ausencias muy breves. Cuando se vive racionalmente, cada cual se debe ocupar de ir logrando metas y debe hacerlo con la mayor satisfacción pues ello es como un baile que, al practicarlo, el objetivo no es ir a un lugar determinado de la pista, sino el disfrutar de cada paso del camino y además tengo leído que no es verdad que se haya hecho fortuna cuando no se sabe disfrutar de ella. Pero una cosa es el disfrutar y otra bien distinta es el sufrir si se pasa algún tiempo sin estar junto a lo que se tiene y se aprecia. Se recuerda con cariño la casa que ahora se tiene en la playa, o la vista y el paseo por los campos de la finca agrícola adquirida, las prolongadas estancias en la biblioteca que hay instalada en el ático, pero nadie se aflige por ello. Sin embargo sí que se tiene un enorme padecer cuando las personas amadas, aquellas a las que se tiene un gran cariño, nuestra pareja, los hijos o los nietos, se hallan a mucha distancia de nosotros. Decía Paulo Coelho, el gran escritor brasileño, que hay veces que la vida separa a las personas sólo para que entiendan cuanto importantes son la una para la otra. Y como él, muchas otras frases hay emitidas sobre esta triste circunstancia de la separación prolongada entre seres que se tienen afición noble y duradera. Está más que comprobado: Que el sufrimiento debido a esa causa, se lleva, más que en la cabeza, en el pecho, que es donde las ausencias duelen de verdad. Que lo que el corazón mantiene en el recuerdo, la lejanía es incapaz de olvidarlo. Que el amor y la distancia son como el fuego y el viento: a los que son grandes este último los propaga, mientras que a los que son pequeños los apaga, los extingue. Que cuando una persona amada se halla lejos tenemos constantes recuerdos de ella, y son membranzas perfumadas de violetas. Así, y por todo esto, si observamos un poco veremos fácilmente que bien cierto era lo que aquella vecina le decía a su amiga, porque una de las cosas que más desagradablemente sobrelleva el ser humano, peor aún que una enfermedad, o que la ruina, es la lejanía de las personas a las que se les profesa un gran cariño. Menos mal que, para nuestra fortuna, tenemos a Iggdrasyl, el árbol de la vida, el fresno del universo que mantiene unidas a las gentes… Ramón Serrano G. Mayo 2018